La inhibición del comportamiento criminal ha permitido un ápex en el número de homicidios en el país, con un máximo histórico de los últimos 35 años con un promedio de 95 casos diarios.
La precaria atención a delitos menores y la evidente deficiencia del sistema penal acusatorio mantiene una ventana abierta a la reincidencia y escalada de conductas antisociales simples hasta llegar a los asesinatos, secuestro y crimen organizado.
Con los libros de texto en medio de una grave polémica que ha tomado tintes políticos y la fallida Estrategia Nacional para la Prevención de Adicciones, la proyección del desarrollo sano de la siguiente generación no es nada alentadora.
El alto número de homicidios es el síntoma de una sociedad enferma y, como muchas de las enfermedades en el ser humano, se pueden prevenir, pero no basta con el autocuidado, el Estado debe garantizar las condiciones y oportunidades para lograr la inmunización.
El trabajo comunitario, la actualización –y no retroceso—de los planes de estudio, el deporte como impulso, acceso a servicios de salud eficientes y el cuidado de la salud mental como práctica y no como discurso, son factores que sin duda permitirían reducir la incidencia.
Y es que el dato sobrepasa por mucho a sexenios anteriores: en el de Enrique Peña Nieto, el promedio diario fue de 71 diarios; en el Felipe Calderón, 55; en el de Vicente Fox, 28; en el de Ernesto Zedillo, 39, y en el Carlos Salinas de Gortari, 35.
Con mucho trabajo de prevención y una alta dosis de combate frontal, la criminalidad puede reducirse, pero para ello hacen falta políticas públicas eficaces, presupuesto, decisión y voluntad política.
- La autora es periodista, criminóloga y estratega en comunicación social