A veces juzgamos demasiado de prisa a los hombres y la que pareciera una incapacidad innata para amar, expresar sus afectos libremente y comportarse cómo seres humanos plenos, pacíficos, en equilibrio emocional.
Pero ¿nos hemos preguntado si el entorno es de hecho hostil para que los hombres se desarrollen afectivamente? Esa fue la cuestión que dejó en el aire para mí la puesta en escena “Alaska”, del director Diego Beares, que se estará presentando por una brevísima temporada en El Círculo Teatral de Avenida Veracruz 107, en la Condesa, Ciudad de México.
La historia va de dos hermanos Rómulo y Remo, ellos se aman, pero se enfrentarán a múltiples obstáculos para vivir libremente. La sociedad como siempre queriendo imponer roles de proveedores, valientes, protectores violentos; su padre como primera víctima de este entorno, soñando con otra vida posible, en otro lugar… ¿Alaska?
El gobierno de EEUU ofrece visas a algunas familias migrantes elegidas, ellos salen sorteados y huyen persiguiendo sus sueños ¿lo lograrán? Evidentemente no les voy a decir en que culmina esta historia.
Lo que sí puedo hacer es recomendar que compren su boleto y acudan. Nos hace falta entre hombres hablarnos de frente, pero desde nuestro interior más fraterno. Los hermanos Rómulo y Remo simbolizan esa hermandad masculina con la que nacemos los hombres, y que poco a poco se va deteriorando ante las exigencias del mundo, que nos orilla a vivir peleados entre nosotros, hostiles, con una coraza impenetrable que nos impide comunicarnos los unos con los otros.
Hace ya algunos años cuando por primera vez fui testigo de Alaska sobre las tablas, me llegó, ahora el mensaje es cada vez más claro, y es que conforme vamos creciendo, los hombres nos damos cuenta que nos necesitamos entre nosotros, solo nosotros podemos salvarnos y amarnos como nos merecemos. Entre nosotros se encuentra la clave del verdadero amor.
Columna por: Cristrian Galarza
X: @SoyCriSzis
Instagram: criszis
Facebook: CriSzis